domingo, 5 de marzo de 2017

PENTALFA. NÚMERO VIII



    LUTERO Y SUS SEGUIDORES. UN INTENTO DE ACABAR CON EL CRISTIANISMO  Y DE SOMETER LAS IGLESIAS AL PODER DE LOS TIRANOS


El monje agustino Martín Lutero (1483-1546) comenzó su rebelión contra la Iglesia católica el 31 de octubre de 1517, cuando expuso en Wittenberg sus 95 tesis contra las indulgencias. Junto con otros teólogos, como Juan Calvino y Ulrico Zwinglio,
Los protestantes propinaron un golpe demoledor a la unidad de los católicos, destrozaron todo intento de mantener unos principios morales y políticos de unidad entre las naciones europeas y causaron guerras de religión desde Francia a Suecia. Enrique VIII, honrado por el papa León XI en 1521 con el título de Defensor de la Fe por un libro contra las teorías luteranas, instauró una iglesia propia para divorciarse de su esposa, hija de los Reyes Católicos, y casarse con su amante, y Felipe de Hesse practicó la bigamia con la bendición de Lutero (sólo le impuso la condición de que la mantuviera en secreto) y del amigo de éste Melanchthon.
Los cultos protestantes difundieron el ‘cesaropapismo’, en que el monarca imponía a su pueblo la religión que él escogía y además adquiría la condición de obispo o cabeza de la nueva iglesia. Los reformados, inflamados por su fanatismo, instauraron dictaduras confesionales atroces en Ginebra y Múnster, y no vacilaron en despedazar a los católicos que no abjuraban y se les unían. Es, por tanto, lo más opuesto a la ideología templaria que buscaba la independencia de los poderes temporales ("dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que roba el César") Igualmente, también se mataban entre ellos: los anabaptistas eran ahogados en ríos y lagos alemanes y suizos. La libertad para interpretar las Escrituras (principio que no aparece en ellas) se la negaban a los católicos y a los demás protestantes.
Los protestantes destrozaron todo intento de mantener unos principios morales y políticos de unidad entre las naciones europeas. De haber permanecido unidas bajo una misma religión, puede que hasta se hubieran evitado grandes conflictos como las Guerras Mundiales.

Otra obra de su despotismo fue la destrucción de un inmenso patrimonio artístico (iglesias, vidrieras, cuadros, libros, estatuas, retablos…) de una magnitud tal que sólo se superó en la revolución francesa y las guerras napoleónicas. Podemos hacernos una idea de los tesoros perdidos por la iconoclastia protestante con piezas supervivientes, como las vidrieras de la iglesia de San Juan Bautista de la ciudad holandesa de Gouda (aparece Felipe II como rey consorte de Inglaterra); el resto del templo fue saqueado. Que Dios lo haya perdonado. 



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